Monday, June 26, 2006



En el pozo (2)

Gürgam cumplió con su rutina. Se incorporó. Camino seis pasos hacia delante. Topó con la pared. Miró arriba. Oscuridad. Volvió sus pasos en sentido contrario. Seis pasos. Miro hacia arriba. Oscuridad. Un acto reflejo. Levantó los brazos. Extendió los dedos hasta sentir dolor. Tensionó sus piernas. Dejó que esa sensación de vacío que tanto le gustaba recorriera su cuerpo. Se estremeció. Intentó pensar en algo. No pudo. No había nada que recordar, simplemente porque en Carcomaland la vida nunca se detuvo ni un instante. Siempre pasó de largo.

Gürgam miró su vela. La vela sin luz. El hombre sin esperanza.

En casa de los Purlua, estaban sentados alrededor de la mesa. Él, ella y eso. Un pequeño ser que habían engendrado aún sin saber porqué. Por las mañanas lo sacaban de casa. Lo dejaban al sol. Intentando que esa luz traspasara su oscuro interior. Lo recogían. Le sentaban en una mesa. Comía. Algo. Sin quejarse. En Carcomaland los niños no lloraban. No chillaban. No jugaban. Como todos, simplemente vivían. Mirando. Callando. La tarde les devolvía a la calle. Sentados otra vez, contemplando otras casas. Otros niños sentados. No había envidias. Todos eran iguales. Pero ese día algo se despertó en su interior. Su Madre se acercó para recogerlo. Poco antes de abrir la puerta, extendió una mano. Intentó decir algo. Señalando al cielo. Al más allá. La palabra subió del estómago hasta su boca. Pero topó con los labios. Y se rompió. Volvió a su estado natural. Y su madre lo metió de nuevo en casa.

Otra vez sin luz. Otra vez sin esperanza.

Gürgam inspiró el aire podrido del pozo. Sintió la humedad en sus huesos. Pasó la mano por una de las piedras, arrastrando con ella el polvo. Quizá cósmico. Quizá milenario. Pasó la mano por su cara. Inspiró. Levantó su cabeza buscando los límites del pozo. Las piedras seguían impasibles. Observándolo. Algo había cambiado en Gürgam.

Tuesday, June 20, 2006




















En el pozo

Gürgam andava perdido entre cuatro paredes circulares. Las paredes del pozo de Carcomaland. Recordava perfectamente los motivos que le llevaron a meterse en el. El pozo estava alejado de todo y cerca de nada. Y él se metió por voluntad propia. Sin agua, sin alimentos. Sólo con una vela, metáfora inequívoca de la esperanza. La esperanza que alguien vendría a rescatarlo. Estaba sólo, como todo el mundo en Carcomaland. Y decidió esperar, creer en algo. En un milagro, en un gesto. "Alguien me sacará de aquí -dijo para sus adentros- sabré esperar". No tenía mucho tiempo. Básicamente el tiempo en que puede aguantar un cuerpo sin comer ni beber. "Dos o tres días... Dos o tres días" reflexionaba en voz alta una y otra vez, mientras sus palabras apenas asomaban por los bordes del pozo. Pero Gürgam llevaba dos años metido en el pozo. Solo. Con su vela. Con la humedad. Con las paredes circulares. Y la vela aguantó encendida todo este tiempo. Misterios del mundo. Un pequeño misterio que dos años después se mantenía en el anonimato. Gürgam no pudo más. Sopló la vela. Tenía nueva compañía. La oscuridad. Sintió asfixia. En el fondo, todo era asfixiante en Carcomaland .

Wednesday, June 14, 2006



Diarios con drogaína

El cielo es azul. La nubes són blancas. Yo rojo. Y verde y amarillo. Soy del color de las pastillas.

Hoy me he levantado con una sobredosis de soledad. Necesito un chute de afecto. De comprensión. Tengo dinero pero no tengo camello. Entonces, de qúe coño me sirve el dinero?

Los niños juegan, cantan, bailan. Se drogan. Algunos lo dejan. Y acaban enganchados al opio de la rutina. El resto son felices.

Hoy es otro día normal en Carcomaland. Bienvenidos.